Las pesquisas señalan que el yihadista acorralado atentó en La Rambla tras la llamada de los Mossos

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La casa de la célula yihadista en Alcanar tras la explosión.
Manuel Cerdán

Las investigaciones de la Guardia Civil y la Policía sobre la matanza de Barcelona el pasado 17 de agosto apuntan a que el autor del atentado, el yihadista Younes Abouyaaqoub tomó la decisión de embestir con su furgoneta a los viandantes de La Rambla tras sentirse descubierto y acorralado por los Mossos.

El terrorista de la célula terrorista creada por Abdelbaki Es Satty, entonces imán de Ripoll, recibió una llamada –en teoría rutinaria– de la Comisaría de los Mossos en Amposta dos horas antes del atentado para preguntarle por un vehículo de su propiedad aparcado junto al chalé de Alcanar, en Tarragona. El que había sido durante meses el cuartel general de los terroristas había saltado por los aires la noche anterior, mientras los activistas manipulaban los artefactos explosivos.

El agente de la Policía autonómica le comunicó que tenía que pasarse por Comisaría para identificar y retirar su automóvil. El yihadista, a partir de ese momento, puso en marcha su macabro plan de terror. La versión oficial de los Mossos es que el agente conversó con su hermano y éste, luego, pudo informar de la situación al miembro de la célula.

Las pesquisas policiales, después de más de cuatro meses de investigación, descartan que los planes del cerebro de la matanza, el imán de Ripoll Abdelbaki Es Satty, contemplaran un atentado terrorista de esas características en las Ramblas con el atropello de peatones, como si se tratara de una acción de un lobo solitario.

El plan improvisado del autor de la matanza

Las pretensiones de la célula terrorista eran mucho más ambiciosas y destructivas. Consistía en la colocación de dos coches bomba en monumentos del centro de Barcelona. En la segunda semana de agosto, los yihadistas ya habían fabricado en Alcanar los artefactos explosivos con triperóxido de acetona (TATP, por sus siglas en inglés), más conocido como la Madre de Satán por sus efectos devastadores. Además, los fundamentalistas habían acumulado cien bombonas de butano para amplificar la devastación. Después, alquilaron tres furgonetas para llevar a cabo la acción.

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Bombonas de gas halladas en el chalé que estalló en Alcanar (Tarragona) el miércoles por la noche. (Foto: Diari de Tarragona)

El autor de la masacre, que conducía ese día una de las furgoneta alquiladas, FIAT Talento, donde tenían previsto colocar las bombas con las bombonas de butano, se había enterado por los medios de comunicación de la muerte de sus compañeros en el chalé de Alcanar, aunque la nota oficial de los Mossos relacionaban la explosión con un laboratorio de drogas no con una trama yihadista. A la juez de Amposta aquella versión no le cuadró, sobre todo cuando vio desperdigadas entre los cascotes las más de 100 bombonas de butano. La diferencia era que para la elaboración de estupefacientes se utilizaba la acetona, nunca el gas comprimido en los envases metálicos.

Los Mossos, al mismo tiempo, negaron la intervención de los Tedax de la Guardia Civil y la colaboración de otras fuerzas policiales. Toda hacía pensar que pretendían ocultar algo. Sin embargo, el entuerto se disipó horas después de la masacre cuando en la noche del 17 de agosto los agentes encontraron en la furgoneta del atentado el pasaporte de uno de los yihadistas de la célula.

Abatido por 35 disparos

Sin embargo, nunca podremos conocer lo que pasó por la cabeza del terrorista tras la explosión de Alcanar y la llamada de los Mossos porque Younes Abouyaaqoub, el joven terrorista marroquí de 22 años que atropelló y asesinó a 14 personas, fue abatido a tiros en Subirats por dos Mossos de una patrulla que le dio el alto en plena fuga.

Los médicos forenses descubrieron, cuando le practicaron la autopsia, 35 agujeros en el cadáver del yihadista, provocados por los disparos efectuados desde pistolas semiautomáticas Walther P99 –el arma reglamentaria de los Mossos– cuyo cargador admite 15 cartuchos de 9 mm parabellum más otro en la recámara. Los agentes necesitaron vaciar dos cargadores completos y colocar un tercero.

En su declaración ante el juez, los policías manifestaron que usaron sus armas porque el yihadista exhibió un cinturón con unos bultos que parecían explosivos y se abalanzó sobre ellos, mientras gritaba: “Al·lahu-àkbar”, en español, “Alá es el más grande”. Después, cuando el terrorista quedó inerte en el suelo, se percataron de que el dispositivo era falso y sólo sujetaba botellas de agua de plástico recubiertas de papel de aluminio en la parte superior de la corona.

Tras su fuga a Bruselas, en plena vorágine secesionista, el ex president Carles Puigdemont aseguró con descaro y cinismo que la “deslealtad” del CNI habría impedido el atentado y los 14 muertos de La Rambla. Su locura golpista le llevaba a mantener que lo sucedido en Barcelona planteaba algunas preguntas que, según él, creaban “muchas desconfianzas en el sistema de seguridad español”.

Los Mossos, tras los atentados en Barcelona y Cambrils, se esforzaron por cerrar el operativo antiyihadista, sorprendentemente, en un tiempo récord. A los pocos días de la matanza, la Generalitat ya daba por concluida oficialmente la desarticulación de la célula del imán de Ripoll, que había fallecido en la explosión del chalé de Alcanar. Todo hacía indicar, según fuentes policiales consultadas por OKDIARIO, que la policía autonómica tenía prisa por cerrar el expediente, como si dispusiera de datos reservados que se negaba a compartir con la Policía y la Guardia Civil.

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